martes, 23 de octubre de 2007

MANIAC (1934)

Dir.: Dwain Esper
USA



La clave de "Maniac" está en su fecha de producción: ¡1934! Dwain Esper bien podría ser el padre (abuelo) de la exploitaition en su estado más puro, del cine hecho con la cara bien dura, y con un par, para llenar la cartera. Es más conocido por vendernos películas educativas sobre los peligros de la droga, como "Reefeer madness", pero "Maniac" es su verdadera obra cumbre. No era la primera vez que el cine se adentraba en terrenos morbosos (Tod Browning a la cabeza, con "Freaks"), aunque puede que sí fuera la primera vez que lo sugerido se hacía explícito; incluso algún pecho femenino es sacado a pasear. Es un catálogo de demencias; literalmente, porque de vez en cuando aparece un texto en pantalla sobre alguna enfermedad mental, acompañado de música de ascensor. Supongo que Esper lo hizo para colarlo como una peli educativa, y así tener carta blanca para poder enseñar las barrabasadas que se le ocurrían. El equilibrado punto medio es siempre lo más saludable, y él lo halla (retrospectivamente) entre Herschell Gordon Lewis y "Zé do Caixao".


Un científico loco tan deudor del doctor Frankenstein como, directamente, del Herbert West de Lovecraft, se empeña, como este último, en resucitar muertos; aunque su ayudante es un perturbado aún mayor y le pega un tiro bien pronto. Entonces este tipo saca a paseo su repertorio de locuras clínicas, suplantando al profesor. Entre otras, recrea "El gato negro" de Poe para ir llenando minutos, se monta monólogos con imágenes del infierno superpuestas (robadas de otras pelis; ¿"Haxan"?) para ilustrar lo que le pasa por la cabeza o, en una escena legendaria, le saca un ojo a un gato y se lo come. Esto bien explícito, para que no se dude; aunque el gato ya era tuerto y lo que mutila una canica. Es el locatis oficial de la película, pero el resto de personajes que pululan no le andan a la zaga: dos hombres tipo árbol que trabajan en una funeraria, uno de ellos sufriendo espasmos incontrolados por no tomarse la medicación del Parkinson, sufre con cada línea de diálogo; una cuadrilla de muchachas liberadas, muy coquetas, la que está de más buen año sometiéndose a un tratamiento de choque contra la celulitis frente a la cámara, en una proto-teletienda de lo más curiosa. Sospecho que los actores fueron contratados en un frenópatico, donde el director hizo castings mientras se informaba del tema; las actrices salen evidentemente de pisos de madamas de confianza. Hay mucho más, como varias peleas interraciales de animales o una lucha a muerte entre dos damas que parece de todo menos preparada, pero (por una vez...) no quiero arruinar toda la diversión. Y la diversión viene no sólo de lo que pasa, sino de cómo pasa: con una incompetencia técnica no muy alejada de la de "Manos" (la peli más inepta de la historia; también una de las mejores), aunque al menos "Maniac" tiene la excusa de que el cine en general era entonces más tosco. Mucho, bueno y malo, le debemos a Dwain Esper y su iniciación del cine psicotrónico.


Por aquello de meter el blog en el siglo XXI, he subido un vídeo al YouTube, que por muy plasta que sea yo siempre mejor si las cosas se explican por sí mismas. Y porque esta es una de esas cosas que hay que ver para creer, como toda la peli. En esta escena, el suplantador inyecta a un tarado el suero de revivir cadáveres, dándole la oportunidad de ganar un Oscar, con los gloriosos resultados a un click de distancia:

martes, 9 de octubre de 2007

Postalitas de sordidez, costumbrismo y cirugía

DEMENCIA (Buio Omega) (Joe D'Amato, 1979)
Que las pelis de necrofilia siempre son buenas es un hecho, implícito en su concepto. Como en el de la dark fantasy. Si encima la hace un apestoso italo curtido en el porno y en la ultraviolencia más pringosa, la cosa toma ya sus proporciones. Tiene lo que hay que tener: depravaciones, relaciones anti-natura de todo tipo, autopsias sin fines médicos, turistas en shorts. Y eso en un ambiente más propio del costumbrismo rural que del giallo, con una fotografía que evoca estupendamente las casas de pueblo, y con un ritmo que, por una vez, le viene bien al material con el que está trabajando el D'Amato. A Freud le molaría mucho.


STEREO (David Cronenberg, 1969)
La primera peli de Cronenberg. Es más que nada un experimento de estudiante, un taste of things to come de su filmografía. Ya contiene, en una forma algo tosca pero explícita, todo lo que le haría un carácter: telepatía, sexualidad rara, sensaciones quirúrgicas y asépticas variadas, y su opuesto que son las carnes desbordadas. Rodada sin sonido porque la cámara hacía mucho ruido, es un catálogo de imágenes sugerentes en estancias de una muy fotogénica universidad canadiense. Una voz en off va contando que es un experimento que imbuye de capacidades psi a unos jovenzuelos, que las van desarrollando mientras exploran su sexualidad.


THE WHITE DARKNESS (Richard Stanley, 2002)
Un pequeño documental del director de las grandes "Hardware" y "Dust devil", sobre la religión del Vudú en Haiti. No hay nada que cualquiera mínimamente interesado en el tema no haya visto ya veinte veces, pero tiene un puntito de cercanía y autenticidad, de objetividad, que hace que no sea una pérdida de tiempo, explorando además la relación del Vudú con la política de la zona, dividida entre la dictadura y el pseudocolonialismo de las tropas americanas. Y nunca deja de sorprender que para muchas personas los zombis y otras artes negras sean algo tan real como las hipotecas para nosotros.


HELLRAISER III: HELL ON EARTH (Anthony Hickox, 1992)
A mí es que el Hickox me cae muy simpático, todas sus pelis me divierten mucho, desde su obra magna "Museo de cera" ("Waxworks"), hasta aquella de hombres-lobo policía de puro tebeo, "Eclipse total" creo que se llamaba. "Hellraiser III" es una peli hacia la que guardo cariño, me trae a la memoria más que ninguna otra los sábados por la noche antes de salir de fiesta de finales de los 90, cuando se veían a trozos las pelis que ponían en Alucine mientras uno cenaba y se acicalaba. La peli en sí pierde ya cualquier carga de profundidad del concepto original de Clive Barker. La segunda parte era prolija en originalidad pero algo inepta y aburrida en su ejecución; la tercera es al revés, sin muchas sorpresas pero con buen pulso. Para el recuerdo quedan momentos como cuando la estatua devora a su primera furcia, que no sé si salía en la publicidad de Alucine pero hubiera debido, tan representativa de su espíritu es; o la troupe final de nuevos cenobitas con habilidades especiales: el que lanza CDs, el que tira fuego, el que tiene una cámara en vez de ojo. Pura tontuna, pero sospecho que Clive Barker se lo pasó tan bien como yo viéndola.