martes, 4 de abril de 2006

BLACK MAMA, WHITE MAMA

Black Mama, White Mama (1972)
Dir.: Eddie Romero
USA/Filipinas

elink (en inglés)

Las buddy movies y derivados son casi siempre patrimonio exclusivo del género masculino. Por suerte, hay excepciones, en las que una pareja de mozas opuestas entre sí se mete en mil y un líos; como "Black mama, white mama". Pam Grier (que había debutado no hacía mucho con Russ Meyer en "Beyond the valley of the dolls", pero ya tenía experiencia en estas cosas) y Margaret Markov repitieron como carismático tandem en "The arena", y es una pena que la sociedad no siguiera adelante porque podrían haber sido las Bud Spencer y Terence Hill de la sexploitation de acción setentera. "Black mama" forma parte de ese montoncillo de pelis que los yanquis se fueron a hacer a Filipinas a principios de los 70, básicamente del género de mujeres encarceladas. Dirige Eddie Romero, capo del cine filipino que aquí tuvo su mayor éxito internacional, y que sabe hacer entretenida una historia con los mismos elementos que otro montón de cine explotativo americano incapaz de evitar el aburrimiento.


Lee (Pam Grier) es una furcia del Harlem; Karen (Margaret Markov) es una líder revolucionaria que tiene sus comandos en la jungla. El hecho de que una negra neoyorkina y una rubia yugoslava se paseen por los aledaños Manila no necesita ser justificado. Los primeros 20 minutos son como una condensación de todo lo que tiene que pasar en una peli de mujeres encarceladas. Las dos protas son llevadas en bus hasta la prisión, donde son tentadas por una lasciva mandamasa; se duchan todas juntas; se fuman unos canutillos; y finalmente se pelean en el comedor, con el resultado de ser castigadas a la celda de aislamiento. Que no es la celda monacal en la que estamos acostumbrados a ver a los machos héroes de acción, entre cadenas y hogazas de pan; aquí es un monolito en medio del desierto, dentro del cual meten a las dos muchachas sin ropa durante unas horas, para que suden y se restrieguen. Luego se escapan con ayuda de los revolucionarios, y se monta la del mono bailón.


En su huida, están encadenadas la una a la otra; es como un pseudo-remake de los "Fugitivos" de Stanley Kramer. Corren por aquí, corren por allá, con el escueto uniforme de prisionera que llevan las chicas en Filipinas. Mientras se ven obligadas a pelear, sin barro, porque sus caracteres chocan, son buscadas desde un puñado de frentes, por hombres asalvajados cada uno con sus cosas. A la negra la persiguen los secuaces de un narcotraficante con pinta de sapo gigante al que robó (el omnipresente en el cine filipino Vic Diaz); a la blanca, los revolucionarios que la necesitan para saber qué tienen que hacer con su vida; a las dos, la ultratecnológica policía de Manila, que además contrata a un cazarrecompensas para que les eche una mano. Este personaje es el mejor de todos: Sid Haig (ahora recuperado por Rob Zombie como el Capitán Spaulding) es un cowboy de mercadillo, macarra, un poco pirado y obsesionado con el sexo. Una de las escenas más grotescas de la peli es cuando se monta un trío con las dos hijas de uno de sus clientes, una de las cuales (supongo) responde al orondo cánon de belleza femenino de las islas. En ese momento, uno no sabe si mirar la cara de salido de Haig o la hipnótica barriga saltarina de la muchacha. Y así siguen las cosas, con los bandos enzarzados en tiroteos cuando se encuentran, con el hombre-sapo siempre siendo toqueteado por sus pilinguis personales, con las chicas que siguen corriendo por la selva. Entre tanta acción, hay momentos de comedieta groserilla, como cuando a la rubia se le ocurre un plan para despistar a los perros que las persiguen: se quita las braguitas y se las pone a un cachorro con el que se topan, y lo manda a escaquearse para que lo sigan a él. Vaya truco.


Por suerte, el comentario social es escueto; se podría resumir en la frase de Pam Grier: "yo también soy una revolucionaria, desde que tuve que hacerlo por primera vez a los 13 años". Eddie Romero es viejo zorro y sabe lo que tiene que ofrecer: tetas, tiros y punch-lines.

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