lunes, 23 de octubre de 2006

Invader Zim! Space meeeat!

En corto: la mejor serie de animación de la galaxia.


En medio: como un Tim Burton esquizofrénico y que se ha olvidado de tomar sus pastillas. La serie vomita obsesiones desatadas como los alces, los monos, los cerdos, la skool, o los sitios de comida rápida. Una locura total, divertida hasta morir. El creador es Jhonen Vasquez, conocido por sus comics de "Johnny The Homicidal Maniac".

En largo: Zim pertenece a la raza Irken, especializada en conquistar planetas. Es la oveja negra del imperio: a pesar del entusiasmo y entrega de su megalomanía, siempre acaba dejando las cosas peor de lo que estaban para todos. Para deshacerse de él, le mandan hacerse con el lugar más lejano de la galaxia, que resulta ser la Tierra. Le proporcionan un androide perturbado montado con piezas de desguace, Gir, que suele ir disfrazado de perro idiota. Zim se disfraza de niño humano normal, pero Dib, un chico de su clase que es investigador paranormal en su tiempo libre, conoce la verdad, y trata de darla a conocer por cualquier medio. Y, bueno... esto ni empieza a describir lo que es "Invader Zim": la demencia más absoluta. Los planes de ambos chocan, se contrarrestan, y suelen causar el caos más grande y salvaje. Con amplia variedad, porque no hay dos episodios iguales, y todos tienen de fondo a secundarios creados en un frenopático (como la profesora, la hermana de Dib, o los jefes de Zim: The Almighty Tallest Purple and Red), que habitan un mundo más o menos futuro donde todo, y digo TODO, puede existir si tiene el apropiado nivel de cafeína en sangre. Luchas de robots, una habitación en el centro de la galaxia con un alce que explica el origen del universo, ardillas, monos sedados emitidos por televisión 24 horas al día, enanos de jardín equipados con láser de alta tecnología, Chickenfoot, padres-droides epilépticos... y la revelación de que el Apocalipsis será en un fast-food: The Foodening. Y con todos los capítulos deseas que te metan tila en vena porque no puedes aguantar tanta histeria y tanta carcajada espasmódica.

La pena: no es fácil de conseguir. Incluso por internet, si hay suerte se pueden bajar capítulos en inglés, pero (creo) no hay subtítulos. Hay algunos disponibles en español neutro, pero hay que evitarlos porque una de las grandes bazas de la serie es su doblaje original, con frases neoclásicas, llenas de sabiduría, y apropiadas para el día a día como:
-Ride the piiiiiiiiiiiiiiiiiiiig!
-Space meeeeeeeeeat!
-Dooooooooooooooom!
-Cuuuurse youuuuuuuuuu!

El sueño:
poseer la caja para fans, con la forma de la casa humana de Zim, que incluye las dos temporadas, los especiales, algún capítulo inacabado, un muñeco de Gir, extras, subtítulos en Irken, etc. Son los 120$ que algún día me atreveré a gastar. Algún día...

sábado, 14 de octubre de 2006

LOS ARISTÓCRATAS DEL CRIMEN

The Killer Elite (1975)
Dir.: Sam Peckinpah
USA



"The Killer Elite" está considerada una obra menor de Peckinpah, y por mucha gente incluso una basura indigna del maestro, merecedora de gritos de "¡vendido!". Pero en realidad es una continuación directa del estilo practicado en "La Huida" (a la que en mi opinión iguala y, en su primera parte, supera), con todos los tics propios de su director, tanto en lo visual como en lo argumental: la amistad traicionada, la violencia (con sangre que ya no es la obvia pintura roja que restaba fuerza a sus anteriores films) o la cámara lenta (a menudo juzgada gratuita a esas alturas). Y explota dos de esas manías muy especialmente; por un lado, el montaje, rápido, creativo, que superpone diálogos, secuencias, y hasta líneas temporales, y que ayuda a que su cine se conserve fresco y libre; por otro, su paciencia, su capacidad para tomarse las cosas con calma, para no precipitar los hechos y dejar que duren lo que sea necesario. Aplicando esto, dedica una larga porción de la primera parte del metraje a la recuperación del personaje de James Caan, herido de bala en brazo y pierna. No sólo logra el momento más doloroso de toda su filmografía, cuando le retiran las escayolas y el esparadrapo (cualquiera que se haya roto un hueso de verdad alguna vez, sudará frío), sino que además equipara así la heroicidad de película con la del día a día, el sacrificio de una leyenda con el que una persona normal puede hacer en una rehabilitación. Lo humaniza, y consigue así una de las mayores empatizaciones vistas en el cine de acción.


Después de su recuperación, ayudado por las artes marciales y la fuerza de voluntad, la película se vuelve algo más convencional pero no menos apasionante. Comercialidad bien entendida y aceptada por su director. La trama de un grupo de asesinos o protectores, mercenarios de una agencia privada oculta, que se dedica a trabajar con figuras políticas, está rodada con mucha habilidad y soltura, a lo que se le añade la desvergüenza propia del cine macarra de los 70. Tensión y diversión en las escasas secuencias de acción, virtuosas como no podía ser de otra forma. La última parte sucede en unos barcos inmensos que hacen lamentar no poder verla en pantalla grande. Es aquí cuando hay una lucha entre asiáticos supuestamente climática, que en realidad es bastante idiota; Peckinpah parece consciente de esto, y el propio personaje de Caan se dedica a ridiculizarla. Los ninjas parecen ser muy molestos para los detractores de esta película, como si algo tan vulgar le quitara toda posible entidad, cuando en realidad su presencia es corta y, además, independientemente de que sea o no un poco tontorrona y de "Equipo A", está filmada con gusto y no parece demasiado encajada a presión. Los más críticos también se olvidan del fabuloso arranque, que con unos diálogos muy naturales traza con originalidad la amistad entre Caan y Duvall, un comienzo no demasiado alejado del primer Godard.


(Curiosidad: Tom Clancy, el escritor de novelas paramilitares hi-tech, interpreta a un francotirador maníaco-depresivo y de gatillo tan fácil como acertado)

miércoles, 11 de octubre de 2006

RED ANGEL

Akai Tenshi (1966)
Dir.: Yasuzo Masumura
Japón



Son los años 60, el cine está reventándose a sí mismo desde dentro. No sólo en Europa: en Japón surge la llamada "nueva ola", directores como Suzuki o el propio Masumura que trabajan con géneros superutilizados y los reinventan, siendo tan respetuosos como subversivos con su fondo original. "Red Angel" coge, por un lado, el cine bélico, vertiente guerra China-Japón; por otro, el cine erótico que empezaba a despuntar en las islas, con la violación como elemento característico. Masumura trata los aspectos más oscuros de los dos, los ensucia y los hincha de sordidez gracias a un podrido blanco y negro, y se lo planta al espectador en la cara. Y si éste no conocía a Sam Fuller no se había enfrentado a nada parecido.


La historia es sobre una enfermera japonesa que trabaja, casi esclavizada, para el ejército. Como no puede ser de otra forma, es violada en grupo. Y, en lugar de recibir apoyo, la mandan unos días al frente. Allí sus horas de sueño son casi inexistentes, y sólo vive para oler la sangre de los cadáveres, para asistir más y más amputaciones hechas sobre la marcha. Vive una hipersexuada aventura con uno que haría parecer al Johnny que cogió su fusil un tipo elegante; no deja de ser paradójico que la forma de salir de la miseria sea afrontándola en su forma más directa y salvaje. Su vida, a pesar de todo, sigue marcada por la tragedia, pero en su sumisión y sacrificio yo diría que hay hasta un tipo peculiar de feminismo, entendible sólo en comparación con la típica misoginia japonesa. Sigue vagando por entre los horrores de la guerra, y se sumerge en una especie de historia de amor con un doctor soberbio, impotente y que le obliga a pincharle las inyecciones de la morfina a la que es adicto.

Sí, todo es tan agobiante y enfermizo como parece. El ser humano no sale bien parado, y encima la poca parte buena que le toca viene al exprimirlos al límite y ponerlos cara a cara, vísceras contra vísceras, con su lado más oscuro. La poesía es puramente animal, y sale de cosas como el seccionar miembros; y más impactante todavía el comprobar que en realidad no es ni la mitad de gráfica de lo que pueda parecer por la impresión o el recuerdo. La sección final, tan intensa como es costumbre es Masumura, es la que recuerda que estamos en una película bélica, y precisamente la guerra es la que se dedica a medio juzgar a cada personaje, dándoles en cierto modo lo que se merecen. Algo arriesgado en una peli de guerra en principio pacifista, como todas las que tienen un par de neuronas. Pero "Red Angel" es un escupitajo en la cara que no se propone poner las cosas fáciles.