jueves, 16 de marzo de 2006

Fulci Lives!: LA CONQUISTA DE LA TIERRA PERDIDA

La Conquista (1983)
Dir.: Lucio Fulci
Italia/España/México

elink (en castellano)

Me uno al homenaje a Fulci de Bizácoras con motivo de los 10 años de su muerte (¿suicidio? aún no está claro por qué se dejó la insulina...). Con unos diítas de retraso, que Bitácoras me ha tratado mal.



Hay un error común al hablar de esta peli. Y es que no es una fantasía de espada y brujería a la estela de "Conan". En realidad, es una peli prehistórica, de cavernícolas; o eso le encargaron a Fulci como vehículo del mexicano Jorge Rivero. Se ve que le aburría el subgénero y decidió aderezarlo con toques/toneladas de conanadas, repartiendo un poco al azar todos sus tópicos por el metraje. Y aun así, sigue siendo una peli prehistórica. No se centra en la venganza de un muchacho a quien quemaron pueblo y madre. En realidad, la historia gira en torno a una poderosa arma que vive en ese mundo: un arco. Un arco mágico, vale, pero aunque no lo fuera, un arma a distancia marca la diferencia en las refriegas a garrotes o espadas.



"La conquista" es quizá la peli más visualmente radical de Fulci. El objetivo está permanentemente envuelto en vaselina, los cielos con filtros rojizos, los personajes se pasean a contraluz... es un mundo pantanoso en el que no se ve un carajo. Si está así hecho por la inclinación pictórica de Fulci o para enmascarar la falta de presupuesto, queda a la elección de cada uno. Aunque Fulci nunca fue un buen narrador, sí que tiene un gran sentido estético, que daba momentos aislados que eran un placer para la vista. Por esas tierras baldías se pasea, en un supuesto rito iniciático, el muchacho con el legendario arco. Una bruja, desnuda menos por una máscara de oro y un trapito de cuero, lo ve como una amenaza no se sabe a qué y le va mandando sus esbirros. El chaval es jovencico, y se encuentra por el camino a Conrado San Martín, el bárbaro mazas, con muchos más puntos de experiencia. Y ahí van los dos, tapando el sol frente a la cámara, y huyendo de grupos de criaturas a cuál más malvado y bochornoso: perros de 2 metros primos del pueblo de Chewbacca, chinches antropoides, o unos clásicos zombis fulcianos que surgen del fango, penetrados por las armas como si fueran de plastilina. Todos interpretados por los mismos cuatro extras, que se cambian el disfraz corriendito para acabar la peli dentro de las fechas. Entre los efectos especiales, no se pueden sino destacar los pájaros ortopédicos (observados épicamente por los héroes), y las flechas pintadas directamente en el celuloide.



Los momentos sangrantes fulcianos son pocos pero explícitos. El más salvaje, cuando los perros gigantes entran en una cueva donde había unas hippies con el cuerpo pintarrajeado de blanco; entre dos, cogen a una de las piernas, estiran, estiran... ¡y hala, que la parten! ¡Tripas fuera! Las imágenes más asquerosas: las bambollas, más que supurantes, chorreantes, del prota herido por flechas envenenadas. Que mira que cuesta salvarlo, para que total a los 5 minutos le corten la cabeza y se la pasen de un cabrito a otro. La cabeza del héroe, actor mexicano de moda en la época. Que es despedido con honores en una pira funeraria; no a la manera épica de Bruckheimer, sino con primeros planos de su carne derritiéndose. No está mal, ¿eh? Otra característica de Fulci muy presente es la de los perros, a los que sospecho que amaba más que a los humanos. (¿Alguien ha visto su "Colmillo blanco"?)

Hay dos escenas que destacan sobre el resto. Una es cuando el bárbaro se enfrenta a su doble mágico; consigue derrotarlo, y se esfuma, dejando únicamente una especie de cactus-melón en lugar de su cabeza. Que se esfuma también. Y que luego vemos que el cactus-melón es en realidad el brujo-jefe. La otra escena puede contarse entre las mejores de toda la carrera de Fulci. Después de la orgía sangrienta contra las hippies polvorosas que decía más arriba, la bruja nudista parte la cabeza de una y se hincha a sangre. En pleno éxtasis, se lo monta con una serpiente; y entonces nos damos cuenta de que era un ritual para descubrir a su enemigo: se materializa una imagen sin rostro del muchacho del arco, que acaba con ella en esa dimensión onírica con una flecha-láser.

1 comentario:

Borja dijo...

Yo vi Colmillo Blanco de pequeño ¡y me dio miedo!

absence | 16-03-2006 21:47:44