lunes, 4 de diciembre de 2006

MANDERLAY

Manderlay (2005)
Dir.: Lars von Trier
Dinamarca (y cinco países más)



Cuando vi "Dogville", me cabreó profundamente. Casi me hizo perder la fe en el ser humano. Aparte de ser un coñazo, el final defendía las mismas tesis que las pelis de Stallone, pero desde un punto de vista supuestamente inteligente y probado. Como si desde los dos lados me estuvieran diciendo que no hay otra salida. Eso asustaba bastante. Ahora me siento un poco tonto, porque veo que piqué en el juego de von Trier, y me lo tomé demasiado en serio. Por eso me dio tanto miedo, pensaba que era un loco peligroso. Y en realidad es solamente un provocador, un tipo que salta y baila detrás de la cámara con sus ocurrencias, quizá colando alguna de sus verdaderas ideas, pero que no deja la posibilidad de saber dónde y cómo nos está echando sal en una herida sólo para ver cómo nos retorcemos, y dónde y cómo está moralizando sinceramente. "Dogville" me sigue pareciendo una basura, pero ya no creo que sea un peligro público.


Esto viene porque he visto "Manderlay" esperando otro churro y un uso masivo del fast-forward, y sorprendentemente me ha gustado. Juega sus cartas muchísimo mejor, y para el espectador desprejuiciado es más claro lo que pretende, que no es otra cosa que tocar las pelotas. En "Dogville" parecía tocarlas tan de verdad que era difícil tomársela como una broma. Von Trier en el fondo es un cachondo, y "Manderlay" su peli más divertida, una especie de comedia negrísima (no pun intended) disfrazada de fábula dramática y pretenciosa. Que también lo es, pero muy autoconsciente, exagerada de forma inteligente. O al menos facilitando al espectador que se sienta inteligente, mientras el danés loco está en la sala de montaje llorando de la risa con los efectos que prevee con su nueva criatura. Lo imagino de cañas, cierto que con un libro de Kierkegaard bajo el brazo, pero comentando con los colegas los futuros ríos de tinta sobre su nueva criatura, las teorías políticas y filosóficas que se pueden extraer de ella. Y entonces Lars, partiéndose el ojete, invita a todos a otra ronda porque está contento de haber conseguido tomar el pelo a la intelectualidad menos rigurosa. "Manderlay" es, a su manera, tan anárquica y anarquista como "El club de la lucha", y el final promueve igual el levantarse y aplaudir entre carcajadas.


Entre tanto jueguecito, es cierto que el drama sigue ocupando la mayor parte del metraje, y que además es efectivo. Puede que sea tramposo, pero de forma menos evidente que en "Dogville". El engaño es, a la vez, más obvio, por recurrir menos a las reacciones viscerales, permitiendo pensar, y también más sutil. En pocas palabras: Lars se lo ha currado más. Habla del poder, de que el sexo es la base de todo, y de la responsabilidad de la libertad. Pero es imposible saber si lo hace en serio, estando aquí la única virtud compartida con la primera: la ambigüedad, lo que permite y empuja a hablar sobre ella durante horas. El montaje y la dirección siguen siendo bastante malos y aleatorios, pero no creo que se pretenda otra cosa. Técnicamente, sólo la cálida fotografía se salva, provocando con su artificialidad directísima que se sienta el foco en la cara de los actores como en la propia. Los decorados, supuesta gran baza de la primera, en la que me parecen bastante gratuitos, aquí son más misteriosos y elaborados, y mucho más integrados en la historia. Y resulta que la narración aquí sí que funciona, y consigue hacer la película de lo más entretenida. Reconozco que empiezo a pensar que el hecho de que me disgustara tanto "Dogville" fue problema mío, y estoy tentado de volver a sufrir sus 3 horacas a ver qué pasa, y a ver si me divierto tanto como con "Manderlay". Y también me preocupa que lo que me vomitara fuera de "Dogville" fuera Nicole Kidman, tan genuinamente insoportable como su ex-Cruise, actriz salvada por el doblaje, y que estaba allí totalmente fuera de lugar. Porque Bryce Dallas Howard, sin ser brillante, sí consigue fusionarse con la película, encaja en el papel y sabe desenvolverse en él sin estridencias, sin llamar la atención. Y ese contraste con el escandaloso von Trier equilibra "Manderlay", pues en la primera parte dos insufribles, el danés y la australiana, no se anulaban, sino que se potenciaban.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Bueno, pues a mí tanto "Dogville" como "Manderlay" me gustan mucho. Me parecen dos excelentes películas que tocan muchos aspectos peliagudos de la condición humana desde una óptica de lo más pesimista. Yo no creo (o no no me parece percibir) que Von Trier se lo tome a cachondeo, realmente...

Te pongo el enlace a lo que escribí en mi blog: http://videodrome.wordpress.com/2006/06/17/manderlay/

Saludos!

Anónimo dijo...

al igual que max renn, creo que Dogville es una pelicula para pocos, si estas acostumbrado a las cintas de maximo 2 horas, mejor que no la veas, Dogville es un escupo a la cara al comportamiento social, aquel que reprime y se reprime escondiendose en un discurso doble y hasta triple estandar, Lars logra lo que se propuso con aquel film, (que tu no le creas lo que dice, convirtiendote en un habitante mas de Dogville)