Miracolo A Milano (1951)
Dir.: Vittorio De Sica
Italia
(spoilers)
Una abuelita se topa con un bebé en su pequeña huerta, y lo educa muy bien y le enseña la tabla de multiplicar. Como no podía ser de otra manera, la yaya se muere, y el niño va a un orfanato; sale tiempo después, hecho todavía un enano. Es un buenazo de los de mentira, que le roban y se hace amigo del caco. Se va con él a su poblado chabolista, y lo maquea, y todos los pobres (hasta una familia burguesa suponemos que recién arruinada) quieren ir allí. Luego encuentran petróleo y los quieren echar de su apañado chabolerío, pero el enano tiene una paloma que hace milagros y los pobres acaban felices.
Bajo un tono de comedia fantástica, de cuento que empieza con el "Érase una vez...", es una película muy triste y pesimista. Los pobres viven en unas condiciones tales que hasta se pelean para coger un poco de calor de un rayo de sol, ¡qué poético y qué deprimente! A menudo se interpreta como una tierna y vitalista fábula, pero en realidad es todo lo contrario. Porque cada cosa, cada cosa que les sale bien a los pobres, o que les saca de los problemas, es altamente improbable si no directamente imposible en el mundo real; es decir, que nunca va a pasar, que nunca se van a arreglar ni van a conseguir escapar de su miseria. Y precisamente esto queda más claro enseñando lo contrario, el absurdo de que lo consiguen, porque obliga a que el espectador se dé cuenta de que es algo que no va a suceder, implicándolo mucho más en el tema. De Sica no muestra directamente la espiral de miseria de un personaje, sino que lo hace de un grupo social y a la inversa, contando con falacias evidentes e irreales lo contrario: que todo sale bien. Con una profundidad de campo espectacular, las escenas, sobre todo al principio, aparecen rodeadas de una neblina de ensueño, indicando precisamente que lo que vemos es un mundo de fantasía, inventado a partir de un mundo de pobreza doloroso y real. Los pobres tienen furia y maldad como los ricos, pero Totó, el personaje imposible, el Amélie social, la contiene y consigue que se comporten como personas.
Como buen comunista, y más en este contexto argumental, De Sica lo llena todo de su ideología. Para empezar, el personaje que arregla la vida de todos es el único que tiene educación: ¡sabe de números!, un conocimiento práctico. A la mínima oportunidad se arremanga y arrima el hombro y se pone a trabajar, por el bien de los demás. Y con ese objetivo el muchacho construye el poblado: para la comunidad, sin pedir nada a cambio, poniéndose manos a la obra en cuanto puede y sin que nadie se lo pida. Totó es un hombre ideal comunista. Los capitalistas, en este cuento, son malos de cuento. La policía que quiere imponer la propiedad privada en su nombre es ridiculizada. El problema llega cuando le cae la paloma del cielo (del cielo cristiano), porque desperdician su capacidad milagrera en individualidades, que derivan en caprichos capitalistas bastante comprensibles en ese ambiente marginal que, en el fondo, quisiera estar integrado en la sociedad. Sólo cuando le hacen peticiones en común consiguen resultados positivos para todos: los paraguas que contienen el agua que les tiran o, en el terrible final, cuando se van todos volando en escobas hacia el paraíso, porque en la Tierra (capitalista), simplemente, no hay sitio para ellos.
Cargándose el neorrealismo (¡mierda, no quería decir la palabra...!), es la película más eficaz de ese movimiento. Es una película de Chaplin con apariencia sentimental e ingenua, y con una poética tan imaginativa y triste como la suya. Es como una película de Capra, pero con la intención contraria: mostrar que no hay nada que hacer porque la gente, sencillamente, no es así, y porque los milagros no existen.
miércoles, 26 de noviembre de 2008
MILAGRO EN MILÁN
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