Inglourious Basterds (2009)
Dir.: Quentin Tarantino
USA / Alemania
El final de Malditos bastardos es uno de los mejores de todo el cine. En él, Tarantino nos enseña a la cara algo que venía sugiriendo desde el principio: que nosotros somos los nazis. Todo empieza un par de horas antes, con una banda de ocho judíos con la única misión de matar alemanes. Matar, sin más. ¿Estrategia militar, necesidad política? ¿Muestra poco fina de superioridad moral, acaso? No, puro asesinato revanchista. Es un sueño cumplido (en el cine) sin sutilezas: el de la víctima que busca venganza ciega, como un animal. Una víctima que tiene carta blanca porque, por muy cruel que sea, siempre será mejor que el asesino. Harto de las medias tintas del cine de clase media sobre la Segunda Guerra Mundial, siempre con matizaciones moralistas y cierto cargo de conciencia (ni en la venganza hay que rebajarse al nivel del psicópata... aunque lo pida el cuerpo), Tarantino hace una película conscientemente catártica, en la que disfrutamos con la violencia sobre los monstruos nazis. Violencia gratuita, como la que ellos mostraban. Además, y no es casualidad, junto al espíritu paródico, muchos de los soldados alemanes son los más humanos que se ven en una pantalla desde La cruz de hierro; son más reales y, por eso, su muerte se disfruta más. Se lo merecen, ¿no? Y los judíos también merecen su revancha, ¿no? Total, sólo es una película, ¿no? ¡Ficción! ¿No?
En la sala de cine se estrena una película que consiste, simplemente, en un héroe alemán matando a trescientos enemigos. Los nazis tienen la mejor experiencia entre butacas de su vida, mientras la tensión cinematográfica va subiendo con mano maestra. Entonces, vemos a Hitler saltando y carcajeándose con cada muerte, y en él nos reconocemos a nosotros mismos viendo a judíos matar nazis. La película Malditos bastardos termina ahí, y ahí se nos congela la sonrisa. Porque Tarantino nos ha mostrado sin error posible que somos como el loco dictador alemán. El propio Tarantino es como él. La película que estamos viendo termina como tal, y desde ahí se muestra desnuda como lo que es: un salvaje juego de diversión y culpa. Porque ya no es una película de ficción sin más, es un ensayo -sólo se puede entender de verdad a Tarantino habiendo entendido antes a Godard- sobre nuestra actitud ante el cine y la necesidad que de él, y de la ficción y el arte en general, tenemos;. La épica y brutal catarsis que sigue, en la que dos planes para volar el edificio suceden a la vez, rápidamente, sigue a pesar de todo funcionando a nivel físico: ¿cómo no ser feliz viendo a unos judíos ametrallar con ensañamiento a los líderes del Tercer Reich? ¿Ver abrasados al más puro estilo Carrie -referencia consciente, sólo se puede entender a Tarantino habiendo entendido antes a De Palma- a toda esa panda de decadentes monstruos? Pero la catarsis también es intelectual (y hasta poética: la imagen y el sonido de Shosanna proyectado sobre el humo), porque nos acaban de decir que somos como los nazis y ahora están muriendo atrozmente los nazis. Atamos cabos. Todo el equipo que ha hecho Malditos bastardos es también como ellos, ¿merecemos morir todos? Contradicciones maestras que sólo los grandes artistas de cada época, y Tarantino es EL director de nuestra época, siempre arrastran, y que sólo ellos consiguen plasmar con el preciso equilibrio que genera la tensión artística.
Pero es todo ficción, es sólo un juego. ¿No? No. ¿No? Verhoeven sugirió la parodia del cine moderno de nazis en El libro negro, que ya sutilmente nos humillaba a los espectadores por haber convertido algo tan horrible en un frívolo entretenimiento burgués que, encima, pretende hipócritamente ser todo lo contrario a una diversión. Verhoeven lo conseguía transformando el subgénero directamente en una película de aventuras que todos disfrutábamos con la conciencia histórica y moral tranquila. Sin embargo, mientras tanto, él nos estaba insultando porque sabía que tomábamos en serio lo que él había hecho en serio pero que, en el fondo, había hecho como una sátira brutal del entretenimiento de nuestra época y que sólo podía tomarse así... salvo que fuéramos los burgueses decadentes que él sabía muy bien que éramos. Tarantino toma el relevo dándole una vuelta de tuerca, y plantea el subgénero nazi directamente como una parodia; una parodia tremendamente realista. Además de por la humanización, también porque aquí se distingue claramente, no sólo de forma implícita como en El libro negro, entre realidad y ficción. Verhoeven nos mostraba allí una realidad que funcionaba (inconscientemente, al menos para el espectador) como pura ficción, y Tarantino hace lo contrario: nos muestra una pura ficción (conscientemente, para él y para el espectador) que funciona como realidad. Porque Malditos bastardos habla de nosotros, de él, a través de un aparato que grita "esto es todo una broma y quiero que estéis dentro conmigo". Y cuando nos tiene cogidos en su (nuestro) juego, nos dice que somos todos unos nazis, en la más brillante reflexión sobre la violencia en la cultura desde las películas de Michael Haneke. Pero él no se distancia y se pone por encima, a diferencia de Haneke. No; él es el capitán que se hunde con el barco, que admite humildemente sus miserias pero las acepta como parte de su humanidad. Está MAL disfrutar con esto, pero a la vez está BIEN. Y al final defiende la catarsis, para los nazis y para nosotros. Todos estamos felices, liberados, unidos en nuestra humanidad por el festival de la venganza. Todos menos el héroe de guerra que mató de verdad a esas trescientas personas, que no puede soportar ver esa masacre en pantalla porque sabe que no eran personajes -pero ahora lo son, ¿no?-, sino seres humanos. ¿Está justificando Tarantino la violencia y la venganza como catarsis? Claro. Pero sólo en la ficción. Y al mismo tiempo que justifica el uso de la violencia en el cine con una inteligencia (cómplice) nunca antes vista, muestra honestamente, aunque a su manera y siempre en relación con el cine, la otra cara de la moneda: la de la violencia real.
Death proof ya terminaba con una paliza tremenda, con nada más que una paliza. Ése era el mensaje final, el clímax de todo. Aquí profundiza y argumenta, pero en el fondo habla de (y glorifica a) la misma función del cine: la catártica. Así está madurando Tarantino, con una cada vez mayor reflexión sobre su cine y el cine y su función. Y por eso se permite decir en el plano final, después de una escena muy explícita (la esvástica grabada en la frente de Landa) a modo de coda a la radical catarsis previa, por eso puede decir: "Ésta es mi obra maestra". No lo es. Y él lo sabe, y nosotros lo sabemos. Pero lo ha sido durante la catarsis, algo tan pasajero como necesario, y él lo sabe, y nosotros lo sabemos.
sábado, 3 de octubre de 2009
Nosotros somos los nazis
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10 comentarios:
Demasiado nudo para tan poca cuerda...es una peli sin pretensiones, no me hagas como los sesudos críticos que intentan decir lo que el director quería decir...
Y un consejo para la prçoxima...no destripes la película a quien no la haya visto...haces demasiados "spoilers"
Joder, Adrián(ovic)... aún no te has enterado? Yo soy uno de esos sesudos críticos! ;P
Ahora en serio, ni de coña creo que sea una peli sin pretensiones (y en todo caso, no hay que tener miedo a las pretensiones: de ahí salen las grandes obras). No es cuestión de entender el "secreto" del director porque sí, lo que él quería decir, por el puro placer de hacerlo. Es, simplemente, intentar entender la película y no quedarse en lo superficial si hay pistas que indican que el asunto tiene más miga. Y estoy convencido de que esto tiene muchísima miga, mucha más de la que simplemente apunto aquí una parte. No me lo invento (no todo ;P), está todo en la peli, y hay muchas razones en la obra de Tarantino en conjunto y en su evolución, y en lo que dice Tarantino en entrevistas y libros, que lleva a pensar en estas cosas. Después de escribir esto he leído algunas críticas, y la mía no es la única que apunta en esta dirección, por lo que tanto no me habré inventado... De todas formas, no digo que haya que profundizar necesariamente para disfrutarla, precisamente las de Tarantino, hasta las más sesudas (sí, sesudas) como ésta y Death proof, se pueden (¡y deben!) disfrutar a un nivel más puramente superficial.
En cuanto a lo de los spoilers, he dudado si avisar o no. Al final he elegido "no", porque en la primera frase ya queda claro que voy a hablar del final. Y es eso de lo que he escrito, no de todo sino de la última parte de Malditos bastardos y de su retorcida inteligencia, y de cómo le da sentido a toda la peli. Y a muchíiiisimas otras pelis, ahí está su potencia...
Un par de tontadas sin mucho fuste ni(yo sí)grandes pretensiones:
Debo decir más como sensación personal que como análisis que es de las películas de Tarantino con las que más me he divertido desde el primer segundo... hasta el final... y sientes que para el propio director ha sido lo mismo, esto tendría que ver con aquéllo que dices de entrar en su juego, sin querer llamar a Tarantino infantil (o quizá sí, qué más da)... también es verdad que he cometido el ERROR de no haber visto todas sus anteriores obras en una sala de cine. Sí, lo sé, y lo siento... no volverá a suceder.
En cuanto a tu frase: "la esvástica grabada en la frente de Landa." No he podido evitar imaginarme a no otro sino al bueno de Alfredo... lo que paradójicamente sería un detalle más revelador que absurdo, me temo.
Hola Borja!
No puedo compartir su entusiasmo por Inglorious Basterds, pero si le digo que su texto es de lo mejor que he leido en la blogosfera en muchos meses.
Felicidades.
Yo no creo que nada carezca de pretensiones. ¿No es ya hacer un blog, por ejemplo, una pretensión grandísima y engorrosa?
Lo mismo pasa con mi comentario. yo sólo quería venir a decir por acá que me gustó esta entrada y me ando enredando todavía más. Pero ya que andamos por acá... Buena noche.
No he visto la peli ni tampoco es que me llame especialmente la atención. Vi el cartel anunciándola por la calle y no me preguntes por qué, pero no me causó buena impresión. Todo esto que acabo de decir no son gilipolleces mías, supongo que algún día la veré y probablemente me entusiasme (o no!).
Al grano: lo único que quería comentar es: bravo Borja! me pareces una persona desconocida cada vez que me paso por aquí, te transformas escribiendo, me parece una pasada!! (al menos a mí, y a unos cuantos más por lo que estoy viendo por aquí).
Ostras, cuando digo "todo esto no son gilipolleces mías" me refiero a que sí lo son! jajajaja.
Joaquín: Es infantil, y a la vez es muy adulto. Y ahí está la gracia, y el problema es que normalmente el espectador sólo se queda en lo primero (para disfrutarlo o para criticarlo).
Dr Zito: Muchas gracias, un honor viniendo de quien viene, y más aún por no compartir lo que digo.
Pech: Gracias también, y gracias por dedicarme unas pretensiones (que tendrían que estar en todo).
Paloma: Joer, será que no digo barbaridades en persona!! Además, si hablara como escribiera sería un tipejo insoportable, y yo quiero ser amado.
Todos y a quien pueda interesar: Recupero un proyecto que empecé (y abandoné rápidamente) hace unos meses:
http://elansia.wordpress.com
Y planteo otra idea sin desarrollar sobre la peli de Tarantino: ¿puede también generar la identificación con los nazis una empatía con su miseria moral? ¿Y recuperar así hacia ellos el asco -real- que merecen y que la frivolización de ficción ha conseguido diluir? ¡Y precisamente a través de una ficción más grande que las demás!
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