domingo, 24 de diciembre de 2006

Del porqué del éxito de Papá Noel

Es más que evidente que Papá Noel está, en los últimos años, desbancando en España a los Reyes Magos como proveedor; y como icono navideño absoluto ya sobrepasa a todo lo demás. Las razones no se encuentran en el colonialismo cultural americano que hace echar espumarajos a tantas personas; o, al menos, no sólo ahí. Los motivos por los que el rojo borracho triunfa son dos:

I. Como icono: En nuestra época, la imagen de marca lo es todo, siendo incluso más importante que el producto que se ofrece. Atrae lo sencillo y directo, lo inequívoco. Los Reyes Magos tienen una estética rancia, recargada y variable. Es demasiado complicado reproducirlos a mano en un christmas para una prima, y sus colores se funden y confunden con el mobiliario amarronado franquista que todavía domina la casa española media. En cambio, Papá Noel es un tipo reconocible y siempre idéntico. Un solo color, que además es el llamativo rojo. Un gorro carismático y comercializable por cualquier todo a cien, que hasta un jefe etilizado puede ponerse en una cena laboral. Una barba y una tripa mucho más fáciles de imitar que los complejos y aburridos vestidos orientales de los Reyes. Con cuatro trazos, cualquier niño de guardería puede dibujarlo y provocar la caída de baba de los mayores. La barriga colosal ofrece una calidez contra el frío con la que ninguno de los esqueléticos Reyes Magos del tercer mundo puede competir. El personaje es un viejo bonachón que evoca al icono familiar de la Navidad: el abuelo. Mientras, los tres Magos sólo traen a la mente a un consumidor de opio de Vallecas '87. Como colofón, Papá Noel tiene su frase: ho, ho, ho. ¿Dadaísmo oculto o subnormalidad? Las dos cosas gustan, atraen y aparcan el pensamiento. Cualquiera puede reconocer y reproducir todas esas señas de identidad.

II. Como proveedor: Esto es tan obvio que cualquiera de nosotros se lo planteaba cada Navidad desde bien crío. ¿Por qué coño me dan los regalos los Reyes el día antes de ir al colegio? Cuando llegue el fin de semana y tengamos tiempo para disfrutarlos, ya habremos oído hablar de algún regalo mucho mejor que el nuestro y, entonces, una frustración adolescente adelantada y un odio inconsciente hacia los padres, por haber permitido tal tacañería, nos habrá quitado todas las ganas de jugar con ellos. En cambio, si los trae el lapón de alcohólicos anónimos tenemos dos semanas completas para exprimirlos. Que, científicamente comprobado, es el tiempo que tardamos en aburrirnos de los regalos.

(Sobre si "Santa Claus" desbancará a "Papá Noel" como nombre en España, no tengo respuestas, pero me dicen que el gran Bisbal ya lo ha usado incluso con la pronunciación americana; ya tiene la bendición del mainstream...)

1 comentario:

Anónimo dijo...

HAHAHAHAHAHAHAHAHAHAHAHA
haces realmente teorias sobre todo...