domingo, 10 de febrero de 2008

FINGERS

Fingers (1978)
Dir.: James Toback
USA



"Fingers" es un clásico perdido de finales de los 70, con poco que envidiar a, por ejemplo, "Taxi Driver". Harvey Keitel, en uno (otro) de los papeles de su vida, es un hombre sorprendente, con una especie de trastorno obsesivo-compulsivo. Pero esto no es "Una mente maravillosa", no es un retrato de un enfermo mental, sino un retrato de un personaje que, además, tiene una enfermedad mental. "Fingers" son contradicciones. Y cosas inesperadas, que chocan con los modelos que hemos asumido después de años de cine. Nadie es un estereotipo, sino que la mayoría tiene una personalidad diferente de la que les atribuiríamos por la cantidad de pelis que hemos visto. Jimmy, el personaje de Keitel, es, como su madre, un pianista. Toca para él, no sabría vivir sin eso. En público, en una audición, todo falla. No se gana la vida con la música. Trabaja para su padre, en un primer vistazo un perdedorzuelo jubilado, podría ser amigo del padre de "Seinfeld", pero que en realidad tiene chanchullos y negocios sucios. Jimmy se ocupa de algunos cobros, con amenazas y esas cosas. ¿Quién lo iba a pensar, después de ver cómo vive el piano, de comprobar que está hecho para eso? Es sexualmente agresivo y eyaculador precoz. ¿Cómo se lo iba uno a imaginar, de un tipo tan sensible? Putea para ayudar a su padre y tiene algo de buen samaritano. A veces es violento, casi siempre razonable. Si en casa llega al éxtasis con la música clásica, por la calle se pasea con una radio con música aparentemente ligera, que le llena igual. Todo esto con naturalidad, nada de sensacionalismos ni de afán de epatar porque sí. "Fingers" es una de esas pelis sin historia, que simplemente describen un personaje. Y es difícil imaginar uno más interesante que Jimmy. Y, encima, cualquiera de los secundarios podría tener su propia peli igual de compleja.


Planos tranquilos, pero con huevos. Unas tonalidades marrones agradables. Da gusto verla. La cámara escupe sutileza, apenas varía; el estilo es uniforme pero, lejos de ser monótono, está lleno de matices. Parece enseñar siempre lo que hay que enseñar en cada momento, sin más ni menos. Sólo se mueve cuando debe, y entonces lo hace con una perfección desbordante. Pequeñas angulaciones. Cosas sugerentes, sin aparente trascendencia, como una niña jugando o unos tipos mirando desde la barra de un bar, no intervienen en la acción, se mantienen en segundo plano, pero no podemos dejar de mirarlas porque Jimmy tampoco puede. Sólo se nos enseña el presente. El pasado no parece existir, sólo una breve escena con su madre, algo incestuosa; y un encuentro con un antiguo profesor de piano. Hay lo que hay, sin más, sin tapujos y sin ensañamiento; aunque se suavizaron algunos diálogos en la postproducción (doblándolos encima) por temor a la MPAA. ¿Qué habría sido de él si su padre no le hubiera llevado por el mal camino? ¿Le habría ido mejor? ¿O lo suyo es bastante normal, una crisis de la mediana edad, que no hace falta ser un loco o un gangster para estar como él? No hay respuestas, como en la vida real; y, como muchas veces en la vida real, las preguntas también son difíciles de aclarar. James Toback, el director, se limita a, como mucho, dar pistas, dejando caer que el sexo es la base de todo. Y, en la ficción, la violencia: un sangriento final es la prueba.

[En España se conoce -poco- como "Melodía para un asesino", o alguna gilipollez parecida]

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Que interesante. La personalidad del pianista perdedor me recordo a la del prota de "Quiero la cabeza de Alfredo Garcia".
Me la apunto. Gracias.

Roberto A. O. dijo...

De esta hace poco los franceses hicieron un "remake".

Saludos

Borja dijo...

dr. zito: Gracias a ti, aquí estamos para eso! :D Yo no diría que es exactamente un perdedor... no me atrevería a calificarlo de nada, es más complejo que eso y ahí está lo bueno. El tío al fin y al cabo se lleva a la cama a mozas de buen ver sin esfuerzo, la gente le respeta. Por otro lado, Keitel está relativamente contenido, no parece (no abiertamente al menos) que se dirija a su final, como Oates en "Alfredo García".

Roberto: Sí, la de "De latir mi corazón se ha parado", me enteré justo después de escribir esto.

Anónimo dijo...

Tanya Roberts en todo su esplendor.

Anónimo dijo...

Es maravillosa.